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  • Foto del escritorContame Frida

Te cuento: "Decretos al Universo"


Me dijiste “hasta pronto” con una sonrisa simulada, pero yo vi en tus ojos un adiós definitivo, irremediable, conclusivo. Sentí de golpe unos deseos irrefrenables de quedarme con vos, agarrarte la mano y quedarnos así mirándonos a los ojos, perdidos y ajenos al todo el ruido de besos de despedida y abrazos de reencuentro que pululaban alrededor.


Estaba programado hace meses, sabíamos que este momento más temprano que tarde llegaría. Aun así nos lanzamos a vivir una aventura que nos invadió a los dos. Y es que no sólo nos amamos, nos hermanamos, nos acompañamos desde la sinceridad de nuestras almas. Ninguno de los dos se imaginó tanta conexión, pero fue inevitable. En el fondo de mi mente, entre tanto pensamiento pesimista boicoteador, sé que nacimos para estar juntos.


Entre llamadas de pasajeros y pantallas anunciando vuelos, me miraste rendido. Reforzaste la sonrisa, para hacerme creer que estabas bien y estiraste tu brazo para atraerme a tu cuerpo. Para despedirnos así, sin espacio entre nosotros, fundidos en un solo cuerpo a la vista de aquellos curiosos que sospechaban nuestra historia y se conmovían en su lástima.


No quería llorar, te prometí que no lo haría a pesar de lo “sensiblona” que soy, como vos decís. La verdad es que no tuve que esforzarme demasiado, liquidé mi cuota de lagrimas mientras dormías esta mañana y sin que te dieras cuenta. Mi cuerpo ya no puede llorar más, pero en su lugar tiembla. Tiembla porque sabe que su alma queda en pena, sin su gemelo entre tanto alboroto.


La voz en el parlante, rompió el hechizo y tuvimos que afrontar el desafío terrible de separarnos. Lo hicimos como pudimos, porque no queríamos salir de esa burbuja que nos cobijaba. Inmediatamente levanté la cara y te vi. Y sufrí más por tu dolor que por la soledad y el miedo que empezaban a invadirme.


No pude contenerme y a pesar de las promesas que nos hicimos, te besé como nunca lo hice y para que me recuerdes cada vez que te haga falta, en ese intercambio de secretos que nuestras lenguas pujaban por contar. Sin abrir los ojos toque tu mejilla y su humedad me amedrentó, bajé la cara y sin más me di la vuelta y acudí a mi llamado. No miré atrás, no me animé. Avancé por inercia en ese pasillo interminable hacia el pasado, mi vida en latencia esperando por mi.


Terminamos por no decirnos nada más. Las palabras tienen un peso y un poder transformador de la realidad que no quise tentar. No quise decretar ante el universo un final para nosotros. Preferí el silencio de los puntos suspensivos.


Trato de tranquilizarme pensando que no es nuestro momento, que aún debemos transitar un poco más nuestros propios caminos, antes de explotar ésto que sentimos. Sólo me queda la fé, de creer que nuestras vidas volverán a coincidir, aunque sea en sueños.. Si esta vida tan perra nos encontró a pesar de las distancias, seguramente tenía un plan para volver a unirnos…

Tanto amor no puede quedar en la nada, me dije, y seguí caminando como pude arrastrando la valija con todos los recuerdos con los que tendría aprender a convivir.


Noelia C.



 

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