Post: Libros en versiones traducidas.. si o no?
- Contame Frida
- 20 jul 2020
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 22 jul 2020

Son muchos los escritores, incluso de renombre internacional, que ante la insistencia curiosa de sus entrevistadores, siempre dan la misma respuesta: “No leen traducciones”. Independientemente del prestigio de los autores o la calidad concreta de las obras recomendadas, la respuesta sigue siendo la misma. Y se desliza entonces, la pregunta inevitable: ¿Cual es el motivo de esa negativa? ¿Por qué de ese rechazo que los limita a un universo tan pequeño de la literatura en su idioma y les restringe la posibilidad de acceder a un mundo inmenso de escritos fantásticos?
Entre los motivos de éste rechazo a la literatura traducida, se encuentra el de la pérdida del alma del relato. Éste inconveniente es compartido por muchas personas que ven en el cambio del idioma de los escritos, un obstáculo insalvable para conocer el verdadero sentido, el color y la gracia que el escritor quiso imprimirle. Algo queda en el camino, algo que no pudo ser comprendido en los nuevos términos empleados. La nueva prosa y rimas son cuidadosas y dicen tal vez, en una lengua extraña exactamente lo mismo que el texto original, pero se pierde o quedada olvidada la magia creativa.
¿En qué consisten la tarea de traducción? Uno cree que es tan solo pasar de un idioma a otro, de manera literal, textos varios. Pero lo cierto es que es un trabajo arduo, lento y exige del traductor una investigación previa, recopilación de datos y documentos que permitan recrear el contexto y demás circunstancias tenidas en mira por el autor. Lejos de lo que uno puede imaginar, la traducción es un trabajo creativo que lleva tiempo y exige estudio primero, e inspiración después. Sin mencionar que en muchos casos existen tantas versiones traducidas sobre un libro, que hace más engorrosa la labor.
Contamos en nuestro patrimonio cultural, y su legado histórico, con uno de los principales traductores que tuvo nuestro país, nada más y nada menos que Jorge Luis Borges, quien decía: “La prueba de que la prosa sí puede traducirse está en el hecho de que todo el mundo está de acuerdo en que el Quijote es una gran novela y, sin embargo, como lo hizo notar Groussac, los mayores elogios han sido hechos por personas que leyeron esa obra traducida. También todos estamos de acuerdo en que Tolstoi o Dickens fueron grandes novelistas y no todos sabemos inglés y casi nadie sabe ruso.” (entrevista que Fernando Sanchez Orondo, realizó para la Opinión Cultural, allá por el año 1975).
Tenemos en nuestro haber literario, a un Borges que además de ser un eximio escritor y poeta, fue un traductor prolífico, que se avocó en esa tarea con obras gigantescas, de la talla de Franz Kafka, Herman Hesse, William Faulkner, Walt Whitman, Edgar Alan Poe, Virginia Wolf, entre otros. Borges señalaba la necesidad de comprender, que las traducciones implicaban un trabajo denodado, que no consistía en el cambio idiomático de un relato, sino en la transformación de un texto en otro, igualmente bueno. Para ello era necesario un estudio concienzudo, del contexto histórico en el que se ambientaba, una investigación sobre los distintos usos del lenguaje a lo largo del tiempo, y la necesidad de remarcar las diferencias en algunos casos para que justamente el relato no pierda su sentido.
Marta Rebón, una barcelonesa dedicada a la traducción de obras al ruso para la Editorial Anagrama, en una entrevista que le hicieran para Letras Libres, señaló: “Me gusta citar una frase de Borges: ‘El original es infiel a la traducción’. Pero, como me dijo un famoso editor, somos esclavos del texto. No es una imagen muy seductora, aunque refleja bien que hay unos límites que no se deben traspasar. A medida que voy acumulando años de oficio, lo que me parece fundamental es que el texto esté “afinado”, que haya eufonía cuando la tenga que haber, aunque también se debe ser fiel a los titubeos, a la sintaxis propia del autor. Una buena traducción no tiene por qué concordar mecánicamente con el original, pero, sin traicionarlo, debe causar en el lector la impresión que el autor pretendía causar.”
Como se puede ver, entonces, la tarea de la traducción es sin dudas una tarea por demás creativa, que encierra el doble trabajo, no sólo el de investigar y estudiar propiamente los usos del idioma en el momento en que transita la historia que debe reescribir, sino también meterse en el pellejo del escritor y lograr decir de la misma manera en lo posible, lo que éste quiso dar entender en su relato, con su misma técnica, color y alma.
“Ningún problema tan consustancial con las letras y con su modesto misterio como el que propone una traducción” (Texto de Jorge Luis Borges, en Diario La Prensa el 08-05-1932).
Como se advierte, nada sencilla la tarea de traducir textos, independientemente del buen o mal manejo que se haga del idioma extranjero. Ese algo más que va impregnado en los nuevos textos, a veces puede satisfacer o no, pero la realidad es que de no ser por esa labor, desconoceríamos gran parte del rico universo literario que se esconde en humanos desperdigados por el mundo.
Las diferencias del lenguaje y el idioma, no pueden en este mundo globalizado, erigirse en un obstáculo mezquino de tanta riqueza cultural.
Yo sí leo traducciones… y vos?
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Fuentes consultadas:
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